domingo, 1 de diciembre de 2013

Yo no necesito nada

A menudo caemos en esa premisa. Creemos que una buena estrategia de comunicación sólo es necesaria para grandes empresas y/o corporaciones sin darnos cuenta de lo importante que es para nuestra propia marca personal y nuestra pequeña o mediana empresa.

Vivimos en un mundo de percepciones, el mundo de la imagen. Un frenético ritmo que hoy nos hace estar en la cumbre y mañana en lo más bajo de los fondos que pudiéramos imaginar. Nos creemos que lo sabemos todo y dudamos de lo que nos dicen los demás. Pero hay veces que es mejor pararse, escuchar, pensar y luego ejecutar. Cada uno de nuestros actos del presente serán nuestra situación del mañana.

La humildad es esa virtud que nos hace crecer. Ser humilde no es disimular que uno no es el Consejero Delegado de la empresa, no es hacerse el “normalote” cuando es nombrado candidato político, ni siquiera es ir a comer a restaurantes más sencillos por aquello de aparentar un status que uno no tiene. Ser humilde implica querer aprender, implica saber escuchar e implica, sobretodo, saber acatar consejos y opiniones y hacerlas propias. El empresario, político, profesor,…, humilde es aquel que llega lejos porque sabe mejorar, corregirse y luchar.

Durante mucho tiempo he escuchado expresiones de prepotencia cuando uno llega arriba. Por desgracia para ellos, porque han caído del pedestal, he podido escuchar expresiones de humildad y sencillez de esas mismas personas al cabo de un tiempo. Pero era tarde. No supieron rodearse de gente, hacer caso a lo que le iban diciendo y, al final, lograron que ese pedestal en el que estaban se hundiera motivado, en parte, por la prepotencia de sus actos y la prepotencia que proyectaban de su imagen.

Ser humilde no es lo mismo que ser sencillo. Al igual que ser listo no es lo mismo que ser inteligente. Podríamos decir que se complementan pero son como el agua y el aceite. Para trabajar con un plan de comunicación, es necesario que el sujeto en cuestión sea humilde y actúe con sencillez.

“No necesito nada”. Decíamos que esa era la frase de la discordia. La expresión del ingenuo. La antesala de un hundimiento casi seguro. Si no necesitas nada es porque crees que sabes dónde estás, a dónde quieres llegar y cuáles son los medios a emplear. Es porque crees que tienes bien definidos tus intereses y objetivos. Es porque piensas que conoces mejor que nadie tus audiencias. Es porque no has alcanzado ese mínimo grado de humildad para dejarte aconsejar. Si no necesitas nada, lo veremos .



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