lunes, 4 de noviembre de 2013

La austeridad en política, clave del éxito

La realidad política y social de nuestros días parece que van completamente separadas. En los tiempos en los que vivimos necesitamos una clase política que viva pegada al terreno, a los problemas de los ciudadanos, a las necesidades que existen en cada uno de nuestros pueblos y ciudades.
 
La sociedad demanda dejar el sectarismo político. Un político que gobierna lo debe hacer para toda la ciudadanía y no sólo para las suyos porque en política se está para servir y no para servirse. Este es uno de los grandes males que existen en nuestra sociedad, donde los políticos han manejado a su antojo, han hecho y deshecho ante la mirada impasible del resto de formaciones políticas, de los agentes sociales y de la sociedad.
 
Ya no necesitamos obras faraónicas ni grandes infraestructuras para declinar el voto hacia uno u otro lado. No estamos en tiempos de derroche sino de austeridad, atrás quedaron esos años donde el tamaño si importaba. Ya no es tiempo de ocultismo sino de transparencia. No es el momento de soberbia política sino de humildad. La sociedad necesita y quiere políticos austeros, sencillos, humildes, trabajadores, con vocación de servicio y no de servirse, transparentes,...

Es curioso comprobar cómo la clase política, desde el inicio de la democracia, ha visto como su prestigio e imagen iba descendiendo a la par que el número de escándalos de corrupción iba aumentando.

En 1975 España salió de décadas de dictadura con poca experiencia en la organización de la política de base. Las élites políticas posteriores al franquismo crearon unos cuantos partidos dominantes que se calificaron de democráticos, pero que rehuían a la elección directa de sus líderes. El sistema reforzó la estabilidad, según los historiadores, pero redujo el compromiso cívico.

"Hasta ahora, los partidos políticos españoles no tenían incentivos para tomarse muy en serio la corrupción porque los votantes realmente no les castigaban por ella mientras la economía crecía", indica Fernando Jiménez, experto en corrupción gubernamental de la Universidad de Murcia.
 
La indignación canalizada de muy diferentes formas comenzará a castigar a las instituciones que no trabajen en clave de austeridad y transparencia. La actual forma de representación política, encarnada en un bipartidismo, irá, con el paso de los años, abriendo nuevas opciones en donde el poder se irá diluyendo en nuevas fuerzas políticas con muy variados intereses. Esas nuevas formaciones, ya tenemos casos en España, tratarán de manifestar una enorme transparencia interna fruto del momento en el que han surgido. Las plataformas vecinales o agrupaciones locales, tenemos casos de éxito en municipios de España, marcan en muchos casos una tendencia en auge que debilita la hegemonía de los grandes partidos y muestran una nueva forma, no por novedad sino por desuso, de hacer política: pegada al terreno y a los ciudadanos.

Esta nueva forma de enfocar y hacer política diferenciará a quien abandere esta nueva manera de trabajar con hechos y realidades y no con palabrería y promesas. La sociedad quiere participar y quiere poder decidir con una implicación que, cada día, tiende a ser mayor y más efectiva. 

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