jueves, 17 de octubre de 2013

Papá, ¿a dónde vamos ahora?


Mi hija mayor, tiene menos de tres años, siempre que salimos de casa hace la misma pregunta, Papá, ¿a dónde vamos ahora? A partir de ese momento empezamos un diálogo en el que hay que adivinar muchas de las preguntas que hace con su "lengua de trapo" que siempre van en la misma dirección: saber a dónde va y el motivo por el que va a ese sitio. Todavía no hemos llegado al punto donde los niños hacen la pregunta de siempre, ¿Cuándo llegamos?, algo que por naturaleza llegará tarde o temprano.

Como el lenguaje es para ellos una adquisición reciente, quieren ejercitar su habilidad para preguntar y responder y es una fase completamente normal en su desarrollo. Los niños quieren saberlo todo y no admiten un no por respuesta.

Podríamos decir que, dentro de sus capacidades, el niño necesita también tener una seguridad en las cosas que realiza. Saber que, con sus padres, hará una serie de cosas por un motivo determinado que, muchas veces, no alcanzará a comprender. Pero son felices cuando obtienen sus respuestas. Si a los niños no se les da respuestas no se fomenta su seguridad.

Ahora bien, esa "necesidad" de conocerlo todo que tienen los niños, también la tenemos los adultos. En reuniones de café, conversaciones en la barra de un bar, comidas con amigos, reuniones de trabajo,... surgen numerosas preguntas e interrogantes que la gente no es capaz de responder porque no se corresponden con sus propias decisiones, son preguntas para las que no tenemos respuesta porque pertenecen a la esfera política y ahí, la comunicación siempre falla. Al no tener respuestas se genera una gran desconfianza e inseguridad porque no se conocen los objetivos ni motivos que mueven las decisiones políticas.

Todos sabemos lo que queremos hacer, a dónde queremos llegar y el motivo por el que hacemos una u otra actividad bien sea en el trabajo profesional de cada cual, en actividades deportivas, en sus relaciones personales y en su faceta familiar. Inconscientemente, aunque no lo tengamos ni escrito ni programado con exactitud, todos tenemos unos objetivos a corto, medio y largo plazo y, en consonancia con esos objetivos, desarrollamos una serie de acciones encaminadas a lograrlos. Aquellos que, por ejemplo, se preparan para hacer un triatlón, se inscriben con meses de antelación. Tienen un objetivo determinado en esa prueba y un tiempo delimitado para preparar cada una de las partes de esa competición donde tienen que ir superando cada una de sus marcas personales, en natación, ciclismo y corriendo. No tendría mucho sentido ir a probar suerte ni confiar en que el día de la competición uno esté al 100% de unas ansiadas facultades. Papá, ¿a dónde vas? ¿Por qué vas a correr? ¿Qué vas a hacer? ¿Por qué nadas?...

Mi hija me pregunta a dónde va porque es algo que le afecta directamente. Ella quiere saber. Un niño pregunta a su padre cuando se preparar para un triatlón porque quiere saber para qué tanta preparación. Un matrimonio planifica juntos sus vacaciones con tiempo. Unos padres inscriben a sus hijos en un colegio determinado por un motivo concreto con una visión a largo plazo. En una empresa se contrata a una persona para que realice unas funciones determinadas con unos objetivos concretos. Un deportista se prepara con tiempo para una competición entrenando y cuidando su alimentación y hábitos de vida. Una pareja joven planifica y organiza su boda con tiempo para que sea el mejor día de su vida y no se les escape ningún detalle. Un publicista estudia y analiza las necesidades de su cliente para preparar una campaña publicitaria que reporte unos beneficios determinados. Un arquitecto estudia las necesidades del cliente y las condiciones técnicas para realizar un proyecto a su cliente. Así podríamos seguir enumerando las diferentes profesiones y situaciones cotidianas en donde siempre tenemos unos objetivos y desarrollamos una serie de acciones concretas para lograrlos. Los niños quieren saber. Los mayores queremos tener las cosas controladas y planificadas.

Cualquiera de los ejemplos anteriores tiene definidos una serie de públicos a los que dirige, a los que rinde cuentas de lo que hace y a los que mantiene informados de los avances del proceso. En política, por desgracia, casi no existe la definición de públicos afectados ni segmentados ni delimitados, es una esfera donde se realizan acciones y muchas veces no conocemos los motivos. Un ganadero de una provincia del sur de España me dijo en cierta ocasión que la política, para él, era cuestión de fe porque no tenía pruebas de lo que le estaban prometiendo y tenía que creer en que las cosas iban a ser como le habían contado.

En la descripción del blog se menciona que los ciudadanos somos Jefes y Clientes de los políticos. Nos rinden cuentas cada cuatro años y trabajan por ofrecernos los mejores servicios buscando un mayor bienestar de la sociedad. Si sentamos a cualquiera de nuestros políticos en un aula con 20 niños, ¿Podrían responder a todas sus preguntas? Como decía sabiamente Jorge, la política, entonces, debe ser cuestión de fe.    

3 comentarios:

  1. Hay una vez, cada cuatro añso, en la que tienen muy segmentado al público.
    Y persiguen un objetivo claro. Una vez conseguido (o no) si te he visto no me acuerdo.

    Sé algo de comunicación pero nada de política.
    El día en que un partido se dé cuenta que trabaja por y para el ciudadano y actúe y comunique en consecuencia y desde la honestidad... ese día, ese partido será imparable.

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  2. mucha fé en los políticos....creo q el problema es q la inmensa mayoría (no todos) no tienen gran cosa que decir, para nuestra desgracia, y se afanan en encriptar su lenguaje para hablar sin decir nada. Al político honrado que lucha por lo que cree....normalmente se le entiende bien. El problema es que estos no abundan...

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  3. cuánta razón tienes muchacho....si tuvieran un objetivo claro y nos lo hicieran llegar. Sabes qué pasa? Que los ciudadanos somos mierda para ellos (perdona por la expresión) ya que sólo les interesa su beneficio personal. Los pocos políticos honestos se van a la empresa privada.

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